martes, 21 de febrero de 2012

Sabios que nos encontramos en el camino...


Pilar, mi profesora de yoga y de meditación, que es muy sabia, nos regala cada día un pequeño-gran cuento que nos lee para cerrar su clase. Historias condensadas llenas de enseñanzas, que nos dan qué pensar de camino a casa. Ayer su regalo fue doble: un mini-relato de Paulo Coelho, perteneciente a su libro Maktub y una fotocopia de la columna de Angeles Caso del pasado 19 de enero en La Vanguardia.
Este es el pequeño cuento, sobre un monje del Nepal experto en plátanos que nos leyó Pilar:
"Un amigo viajero decidió pasar algunas semanas en un monasterio de Nepal. Una tarde entró en uno de los muchos templos del monasterio, y encontró a un monje, sonriendo, sentado en el altar.
-¿Por qué sonríe?- le preguntó al monje.
-Porque entiendo el significado de los plátanos- dijo el monje, abriendo una bolsa que llevaba y sacando un plátano podrido de su interior-. Ésta es la vida que pasó y no fue aprovechada en el momento preciso. Ahora es demasiado tarde para pensar en el pasado...
Acto seguido, sacó de la bolsa un plátano todavía verde. Se lo enseñó y volvió a guardarlo.
-Ésta es la vida que todavía no ha ocurrido, hay que esperar el momento apropiado para gozarla. Ahora no tiene sentido pararse en ella –dijo. Finalmente, sacó un plátano maduro, lo peló y lo compartió con mi amigo diciendo:
-Éste es el momento presente. Saboréalo y aprende a vivirlo sin miedo".
Tras la lectura en clase, todos asentimos con una gran sonrisa. Ya en casa, le eché un vistazo a la fotocopia del texto de Ángeles Caso que nos entregó la profe y de nuevo un gesto de satisfacción se adueñó de mi cara. Lo que leí me encantó y por eso quiero compartirlo con vosotros. Se titula...
LO QUE QUIERO AHORA
"Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo".
Para ser lunes, cuánta sabiduría concentrada...

1 comentario:

  1. Gran texto. E intenso. Y verdadero. Y...
    A los que supimos hace tiempo que sólo eso es lo que queremos y nos dimos cuenta que, curiosamente, no es tan fácil de conseguir... añadir:
    Y que no me falten las ganas de conseguirlo aunque 'ahora' no esté.

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